Primero fue el Alcorcón, un humilde equipo de Segunda B, quien le echó a cajas destempladas de la Copa del Rey. Y ahora, el Olympique de Lyon en la Champions. El Real Madrid sufrió este miércoles uno de los descalabros más brutales de su historia. Después de haberse gastado lo que nunca nadie antes había gastado en fichajes -260 millones de euros- para intentar arrebatarle la corona al Barça, el equipo de Manuel Pellegrini se quedará sin cumplir su gran anhelo: hacerse con el cetro continental en su propio estadio. Ni Cristiano Ronaldo, ni Kaká, ni Benzema, ni todos sus galácticos refuerzos estarán sobre el césped del Santiago Bernabéu el día de la final, el próximo 22 de mayo.
Esta vez no hubo remontada en los últimos minutos, como sucedió el sábado ante el Sevilla. De nada le sirvió al Madrid su pegada, ni sus continuas apelaciones a la épica. La suerte no dura siempre, y quien juega con fuego se acaba quemando. Se acabó. El enésimo y archimillonario proyecto de Florentino Pérez acabó, una vez más, en fracaso. Y aquí no sirve la tan manida excusa del 'villarato'. Ahora sólo les queda la Liga. Y aunque la logren -cosa que no tendrán, ni de lejos fácil, con el Barça como rival- no se podrá considerar un éxito.