El Valencia ha dado un paso de gigante para estar en la final de la Champions League tras ganar al Barcelona por 4-1 en Mestalla. El resultado hace justicia a lo demostrado por los valencianistas, que gozaron de más y mejores ocasiones durante todo el partido. El Barcelona, que veía con esperanzas el partido tras el autogol de Pellegrino en la primera parte, tendrá que hacer una gran remontada en el Camp Nou si quiere estar el 24 de mayo en París. El Barcelona afrontó el partido con el sistema 3-4-3 que tan buenos resultados le ha dado en los últimos partidos. Pero no fue suficiente para superar a un Valencia que se ha convertido en el mejor equipo de Europa durante el último mes. Los valencianistas ganaron el partido en el centro del campo, donde Gerard, Farinós, Mendienta y Kily ahogaron al rondo que planteó Van Gaal. La primera parte tuvo como protagonista a Miguel Ángel Angulo. El asturiano, que es titular desde la lesión de Ilie, está demostrando que la posición de delantero le viene como anillo al dedo. Allí se siente cómodo y encuentra el lugar ideal para rematar las jugadas de los Mendieta, Kily y un Piojo que vuelve a ser el de los años anteriores. Angulo marcó el primer gol en el minuto 10. Mendieta centra, Djukic remata y el rebote va a parar al asturiano que fusila a Hesp. Los ches seguían jugando bien pero la fortuna les dio la espalda cuando Pellegrino remató en propia puerta un centro de Zenden en el minuto 25. Pese al 1-1, el Valencia merecía más, y lo consiguió justo antes del descanso, en el momento más decisivo del encuentro. Angulo, otra vez Angulo, aprovechó una asistencia de un fantástico, luchador y peligrosísimo Kily González en el minuto 43 para poner por delante a los valencianistas. Pero la puntilla para los azulgrana llegó en el minuto 45, cuando el asturiano se adentró en el área y forzó un penalty que Mendieta se encargó de materializar en gol. Los valencianos habían hecho lo más difícil. Una vez por delante en el marcador y con una ventaja sustanciosa, los locales se encontraron más cómodos que nunca esperando atrás, ahogando a Guardiola, y sobre todo a Gabri y Cocu, inéditos durante todo el partido. Sin Figo, ausente por lesión, y Rivaldo, perdido en la mediapunta, el Barcelona fue incapaz de crear juego ofensivo. Lo peor no era que perdían 3-1, sino que no tenían posibilidades de marcar. Durante gran parte de la segunda parte los azulgrana llevaron la iniciativa. Van Gaal cambió a Bogarde por Puyol para frenar a Angulo, pero se olvidó de que Claudio López también jugaba. Y de paso volvió loco a su equipo sacando del extremo derecho a Dani y situando en su lugar a un Zenden que volvió a ser el de los primeros tiempos en Barcelona. Ni la salida de Simao pudo servir para abrir el campo, ya que ni el portugués por la derecha ni Rivaldo, que dejó su sitio en el centro a Litmanen, por la izquierda, crearon el más mínimo peligro. Y es que los catalanes, que controlaron más el balón en la segunda que en la primera parte pero que no crearon grandes ocasiones en ninguno de los dos períodos, no jugaron al nivel de los últimos partidos. Prueba de ello es que la primera y única oportunidad de la segunda parte no llegó hasta el minuto 66, obra de un Kluivert más desasistido que nunca. Con este panorama, Cúper sacó a Albelda, aguantó el partido cinco minutos y luego dio salida a Sánchez para intentar dejar sin respiración artificial a los barcelonistas. Y lo consiguió. En el 91, cuando el Barça rezaba por conseguir el segundo sin fe ni ganas, Claudio López recordó a Van Gaal que él también juega, que sigue siendo una pesadilla para Frank de Boer y que, si se va al Lazio, quizás sea con una Copa de Europa en el bolsillo.